Han sido varios los presidentes estadounidenses que murieron víctimas de magnicidios. Entre ellos, además de la figura relativamente reciente de Kennedy, de cuyo asesinato acaban de conmemorarse los 50 años, el más conocido es sin duda Abraham Lincoln.
El decimosexto presidente de los Estados Unidos,primero por el Partido Republicano, estaba a punto de salir del teatro en Washington, tras asistir a una representación, cuando un simpatizante sudista,John Wilkes Booth, le disparó por la espalda con una pistola Derringer y le alcanzó en la nuca.
La bala quedó alojada en el cerebro del mandatario norteamericano y acabó por provocar su muerte al día siguiente. Mientras huía, el autor del atentado pronunció a gritos la frase en latín “Sic semper tyrannis” (“Así siempre a los tiranos”), atribuida a otro célebre magnicida, Bruto, el sobrino de César.
Parece que se trata de una frase con mucho éxito entre los terroristas, porque ha sido recogida por otros asesinos posteriores como Timothy McVeigh, autor del atentado contra el edificio federal de Oklahoma City en 1996, en el que murieron 168 personas, que la llevaba escrita en su camiseta con el rostro de Lincoln.
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